Los ucranianos celebran el domingo posterior a la Pascua Ortodoxa su Día de Muertos, y por eso los cementerios del país se llenaron de familias que visitaban sus tumbas con flores y dulces, como manda la tradición, y no han sido pocas las que han tenido que recordar a sus soldados muertos en la guerra.
En el cementerio de Horodyshche, un pequeño municipio a unos 160 kilómetros de Kiev, está repleto de familias porque hoy es en Ucrania el día dedicado a recordar a los muertos, el equivalente al Día de Difuntos. Todos llevan cestas con dulces que comparten con todo aquél que se acerca a la tumba de sus seres queridos.
Dos familias lloran una al lado de la otra la pérdida de dos soldados. Banderas ucranianas, flores amarillas y azules y coronas de una grandaria desorbitada indican que ahí hay muertos de guerra.
Tarash tenía 43 años y era coronel de las Fuerzas Armadas Ucranianas. Su padre, de 71 años, llora junto a su tumba y dice que solo su propia muerte podrá aliviarle el dolor.
Desde que estalló la guerra vivía con miedo a que muriera. El teléfono sonó el 3 de marzo. Su hijo había caído en un bombardeo en el cuartel militar de Járkov, donde trabajaba como encargado de las radiocomunicaciones. Su hijo pequeño habló con él apenas 30 minutos antes de que lo mataran.
“Había recibido la distinción al Coraje de la mano de Zelenski”, asegura su padre, Valeri, con ojos azules llorosos. Su esposa permanece a su lado, vestida de negro y en silencio.
Lo trajeron al pueblo para enterrarlo porque él nació ahí y ahí querían tenerlo. Ahora su padre ya no tiene miedo a morir. “Solo tengo dentro odio a los rusos”, explica a Efe.
La tumba de detrás de Tarash es la de otro soldado fallecido, Sergei. Su esposa tiene 30 años y un niño de dos que no para de corretear. “Estoy viva por él. Él es el motor que guía mi vida, hay que seguir”, explica Olha. Cerca de ella lloran desconsoladas las dos hijas de Sergei, de un anterior matrimonio.
Le dijeron que murió en un enfrentamiento con el Ejército Ruso cerca de Kiev, víctima de uno de los misiles que lanzaron. Su unidad estaba formada por 12 personas. Todas murieron.
Trajeron el cuerpo envuelto en una bandera hasta Horodyshche y así recibió ella la noticia el 17 de marzo de que su marido había muerto.
Ambos vivían antes en Bucha, el municipio al lado de la capital que se ha convertido en símbolo del horror de la guerra. Ella salió con el niño a casa de sus suegros cuando empezaron los bombardeos. Su casa está a salvo y sabe que algunas vecinas han vuelto. Pero ella prefiere quedarse con sus suegros un tiempo. No quiere que su hijo juegue en un paisaje destruido por la guerra.
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