Verstappen, que ganó con solvencia las dos primeras carreras de la temporada antes de tener que abandonar por primera vez en dos años en el GP de Australia por un problema de frenos, vive un inicio de temporada agitado.
Su patrón Christian Horner, acusado por una empleada de “comportamiento inapropiado”, y después absuelto por una investigación interna, contribuyó a que saliese a la luz la guerra interna que mina la escudería Red Bull, desgarrada entre el clan favorable al dirigente británico y el clan compuesto entre otros por Max Verstappen, su padre Jos -que criticó públicamente a Horner- y el influyente consejero Helmut Marko.
Cuando este último fue amenazado de suspensión por presuntas filtraciones a la prensa en el caso Horner, el mes pasado en el marco del GP de Arabia Saudita, el triple campeón del mundo vinculó su futuro en Red Bull con el del austríaco, que fue el brazo derecho del cofundador de la marca energética Dietrich Mateschitz, fallecido a finales de 2022.
Aunque la situación se ha apaciguado en las últimas semanas, la tensión sigue palpable en el seno de la escudería que domina la disciplina desde hace dos años.
Verstappen llega esta semana a Suzuka, uno de sus circuitos preferidos, con ánimos de revancha después de su abandono inesperado en Melbourne que ofreció un inesperado doblete a Ferrari.
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