Tras perder la esperanza de hallar a sus dos hermanos entre los presos liberados de las cárceles sirias, Ziad Aleiwi inició una agotadora gira en posibles fosas comunes, señaladas por los habitantes.
Cerca de la localidad de Najha, en el sureste de Damasco, el hombre de unos cincuenta años muestra una trinchera profunda, rodeada de puestos de observación militar.
Mientras los niños juegan alrededor, los habitantes dijeron que se excava con frecuencia en el sector.
Desde la caída el 8 de diciembre del presidente Bashar al Assad, “busqué a mis hermanos en todas las cárceles”, suspira este chofer de los suburbios de Damasco.
“Estudié todos los documentos que podían darme pistas. En vano”, agregó.
Según habitantes del sector, cuerpos de detenidos muertos bajo tortura se encontrarían en al menos tres de esas trincheras, a las que no se podía acceder en tiempos de Al Assad.
Le suerte de decenas de miles de presos y desaparecidos es uno de los aspectos más dolorosos del drama de un país agotado por 13 años de guerra devastadora, desencadenada en 2011 por la represión brutal de manifestaciones prodemocracia, y que causó más de 500 mil muertos.
¿Qué pasó con ellos?
“Queremos saber donde están nuestros hermanos. ¿Fueron asesinados, están enterrados aquí?”, dice Ziad Aleiui, cuyos hermanos fueron detenidos entre 2012 y 2014, así como cuatro primos, cuya suerte se ignora.
“Si los médicos legistas buscaran en el lugar, eso ayudaría a muchas personas a tranquilizarse y cesar de tener esperanzas sobre el retorno de un hijo que nunca volverá”, añade el hombre de 55 años.
“Pues no son ni una ni dos ni tres las personas buscadas, sino miles”, agregó
Aleiui pide a los médicos legistas de las oenegés internacionales situados en Siria, a falta de experiencia local, “abrir esas fosas comunes para que se pueda por fin saber donde están nuestros hijos”.
Muchos sirios entrevistados en los últimos días por periodistas de AFP expresaron su profunda decepción por no haber podido encontrar un familiar en las cárceles abiertas desde la toma del poder por los rebeldes.
A unos kilómetros de Najha, unas diez personas, la mayoría vestidas con uniforme blanco, trasladan pequeñas bolsas a otras más grandes, que llevan un número.
“Desde la caída del régimen, recibimos más de un centenar de llamadas que nos indican la presencia de fosas comunes. La gente piensa que en cada sitio militar hay una”, subrayó Omar Al-Salmo, responsable de la Defensa civil.
Una hipótesis fiable, según él, es que hay “pocas personas que salieron de las cárceles y se registra un número exponencial de desaparecidos”.
No hay cifras oficiales sobre el número de detenidos liberados de las cárceles desde hace diez días, pero seguramente no es equivalente al de los desparecidos desde 2011.
En 2022, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) consideraba en más de 100 mil personas las personas muertas en las cárceles desde 2011, especialmente bajo tortura.
“Tratamos de trabajar (…) con nuestra modesta experiencia”, afirmó Salmo. Miembros de su equipo trabajan para obtener muestras óseas y efectuar pruebas ADN.
Hace unos días, Human Rights Watch (HRW) pidió a las nuevas autoridades a “proteger las pruebas y conservarlas, especialmente las presentes en las fosas comunes”; la ONG también invitó a cooperar con el Comité internacional de la Cruz Roja (CICR), “capaz de suministrar una ayuda (…) esencial para proteger” esas pruebas.
- 500 mil personas murieron durante la guerra civil en Siria, que comenzó en 2011 y terminó este año.
- 100 mil presos fallecieron en las prisiones del régimen de Bashar al Assad, muchos por tortura.
Una imagen recurrente. Como en México y muchos otros países de América Latina, los familiares de desaparecidos en Siria salen a las calles con la fotografía de su ser querido en mano con la esperanza de toparse con algún hallazgo de su paradero en su camino. Se calcula que pueden ser cientos de miles de casos.
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