Este viernes se llevó a cabo la celebración de la Pasión de Cristo en la Basílica de San Pedro del Vaticano, el cual fue presidida por el Papa Francisco.
En este ocasión el pontífice no se tendió en el suelo del templo para rezar, como se hace tradicionalmente en esta liturgia solemne, debido al dolor de rodilla que lo aquejado en los últimos tiempos.
En esta ocasión accedió al templo en procesión y, tras llegar ante el altar mayor con un leve cojeo y sin báculo, rezó de pie y en silencio ante la tumba de Pedro, para luego sentarse en un sillón.
La Liturgia del Viernes Santo, en la que se conmemora el martirio y muerte de Jesús de Nazaret, es la única del año en la que no hay consagración, aunque sí comunión, y el Papa Francisco la presidió en silencio junto al resto del clero vaticano, fieles y diplomáticos.
Como cada año, la homilía corrió a cargo del predicador de la Casa Pontificia, el cardenal capuchino Raniero Cantalamessa, que alertó del relativismo moderno, citando a J.R.R Tolkien, creador de “El Señor de los Anillos”, y al existencialista Søren Kierkegaard.
El predicador, reflexionando acerca del juicio de Cristo ante Pilato, lamentó que aún se dude de la existencia de Jesús de Nazaret y consideró que “el mal que nos rodea se vuelve más desesperanzador y absurdo” sin la fe.
Antes, en una basílica envuelta en un clima sobrio de penitencia, tres diáconos cantaron la lectura de la Pasión de Cristo según San Juan y después se procedió a la adoración de la Cruz.
Una vez terminada esta solemne liturgia en el templo vaticano, el papa Francisco se dirigirá al Coliseo de Roma para presidir el tradicional Vía Crucis de Viernes Santo ante miles de fieles, tras dos años en los que este acto fue suspendido por la pandemia y reemplazado por una procesión reducida en una plaza de San Pedro desierta.
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